IGLESIA DE SANTA MARIA

Es en el siglo XV cuando Aranda experimenta un importante crecimiento y su muralla es ampliada para acoger dentro de sí las grandes casas de los nobles y mercaderes que se han establecido en la villa. Su pujanza económica es manifiesta y goza de privilegios reales, como el que otorga en 1465 Enrique IV, instaurando dos ferias anuales y mercados.
La actual iglesia de Santa María la Real nace por la necesidad de hacer un templo de mayores dimensiones que el anterior de estilo románico y del que nos ha llegado su torre del siglo XIII que es de origen defensivo, según manifiestan los modillones que sirvieron de soporte a las primitivas almenas que la remataban.

LA FÁBRICA

La iglesia es de estilo gótico, planta de tres naves y una cuarta situada al lado de la del Evangelio que albergaba algunas capillas y sirvió como dependencias de las cofradías, atravesadas por el crucero y cerradas por los correspondientes ábsides.
Se inicia el proyecto general de Juan Guas y Juan de Colonia en el primer cuarto del siglo XV, por maestros de la diócesis de Osma, los cuales comenzaron sus trabajos por el sur de la iglesia, donde se encontraba una parte de la antigua iglesia románica y el cementerio.
En principio se contempla una construcción en planta de cruz latina de tres naves perfectamente equilibradas, pero a los pocos años de iniciada la obra se produce un nuevo replanteamiento del edificio, por una supuesta falta de capacidad de la iglesia que aconseja su ampliación, lo que requiere a los artistas a buscar nuevas fórmulas que mantengan el equilibrio perdido por el conjunto, manteniendo la técnica proporcional del triángulo equilátero.
Como pueden, resuelven el problema técnico, que parece se repite en dos ocasiones al menos durante el transcurso de las obras, sin contar otras mutilaciones del proyecto inicial, como son las reformas en la capilla de los Salazares, de San Pedro, de las Vírgenes, de Sebastián Daza, alcanzando el año 1523, junto con la que manda hacer Pedro Alonso de Alameda unos años después.

EL INTERIOR

En el interior se observan sencillas bóvedas de crucería sustentadas por pilares fasciculados sin capitel, pero con unos elegantes collarines de decoración vegetal. El crucero es de la misma altura que la nave central y son más bajas las naves laterales. En el lado del Evangelio se abren los arcos que dan paso a las capillas que constituyen la cuarta nave y que alberga varios sepulcros con arcosolio alojados en el muro norte.
La capilla del presbiterio apenas dispone de decoración, pero acogió el retablo mayor hoy situado en el extremo sur del crucero. La obra se contrata el 5 de Febrero de 1607, estaba terminada en el año 1611 y la trabajaron los escultores Gabriel de Pinedo y Pedro de Cicarte con ayuda de Cristóbal de la Fuente y los pintores Clemente Sánchez, Pedro Morales y Bernabé de la Serna.
Realizado en madera policromada y de estilo romanista, pertenece al Renacimiento tardío con aspectos del Barroco. Consta de tres cuerpos, tres calles y dos entrecalles, apoyado en su predela y rematado por diversas figuras. El programa iconográfico gira en torno a la figura de la Virgen María, si bien ha registrado varias alteraciones a raíz de su traslado desde el presbiterio en 1962.
Por encargo del Obispo Acosta, entre 1544 y 1547, se hace el púlpito de estilo renacentista, en madera de nogal, por los escultores Miguel Espinosa y Juan de Cambray y el pintor Francisco de Salamanca. Tiene forma hexagonal y está apoyado en una fina columna de orden clásico. Se accede al mismo por unas estrechas escaleras y está decorado por cinco relieves separados por frisos y unas esbeltas columnillas; seguidamente hay una parte adosada a la pared y el tornavoz bellamente decorado que contiene el escudo del mecenas de la obra.
La primitiva capilla absidial de la nave del Evangelio fue derribada para levantar la actual en la segunda mitad del siglo XVI, por mandato del arcipreste Pedro Alonso de Alameda, según confirma el escudo existente en el muro exterior. Está rematada por una linterna con ventanales flanqueados por columnas y cerrada con verja de forja que data de 1580 y en ella se encuentran los retablos del Santo Cristo del Campo y de la Virgen de la Misericordia.
La capilla absidial correspondiente a la nave de la Epístola, conocida también como de los Salazares, fue construida en el siglo XVI como mausoleo por esta familia establecida en Aranda un siglo antes. Así lo confirma la existencia de su escudo de armas con trece estrellas en campo azul, tanto en el interior como en un contrafuerte exterior de la misma.
La capilla bautismal, realizada con decoración típica plateresca, es la parte más antigua de la iglesia, ya que corresponde a la torre del siglo XIII. Contiene una pila de estilo gótico, el sepulcro de Sebastián Daza, cura de Arauzo, natural de Aranda y dos imágenes procedentes del retablo mayor, hoy instalado en la nave de la Epístola.
La cuarta nave acoge un retablo sin policromar, procedente del convento dominico del Sancti Spiritus, que contiene la imagen del Cristo de la Salud, realizado a mediados del siglo XVI en madera de pino policromada, de autor desconocido, con influencias de Juni y Becerra.
Asimismo cuenta con un Cristo yacente, procedente del desaparecido convento de San Francisco, realizado en el siglo XVII en madera de pino policromada, de la escuela de Gregorio Fernández, que en principio estaba crucificado y al que se decide articular los hombros para celebrar la ceremonia del descendimiento o "desenclave" en Semana Santa. Encima de este cristo se encuentran una serie de imágenes pertenecientes al retablo mayor.
También tiene, bajo arcosolio, el sepulcro de Antonio Miranda, nombrado Grande de España por Carlos V, quien mandó construir en el siglo XVI la capilla que hoy ocupa la sacristía para albergar reliquias de las once mil vírgenes que trajo de Alemania.
La iglesia tiene, además del retablo mayor, cuatro más de estilo barroco del siglo XVIII. Al final de la nave del Evangelio podemos observar dos retablos, ambos anónimos y realizados en madera policromada, que contienen las imágenes de la Virgen del Pilar y de San Miguel Arcángel respectivamente. En el extremo oeste de la nave de la Epístola existen otros dos retablos, también en madera policromada, uno el de la Sagrada Familia con la imagen de San Antonio y a su lado el de San Cristóbal con la imagen de Santa Lucía.
Hacia el año 1520, se decide cambiar la primitiva escalera de caracol que sube al Coro, realizada en madera, por un acceso más monumental, que reflejará el esplendor económico que vivía la Villa. La ejecución de la nueva escalera se realiza en estuco en el año 1523, es atribuida a Juan y Sebastián de la Torre y en ella se aprecia el paso del gótico mudéjar al gótico tardío.
Consta de tres tramos diferenciados: el primero es inclinado y de clara influencia mudéjar; el segundo tramo corresponde al descansillo y cuenta con decoración típica del gótico florido y, por último, el tercer tramo también inclinado está dividido en dos paneles, uno con decoración gótica florida y el segundo panel es mucho más profuso, con un calado también vegetal. Esta escalera tenía una gemela en la nave de la Epístola, algo más estrecha de caja, que por su deterioro fue eliminada en 1962, quedando un fragmento muy cerca del coro.

EL EXTERIOR

El conjunto exterior da la sensación de grandeza, elegancia y robustez, con su soberbia portada, los contrafuertes rematados con pináculos junto con los ventanales de arco puntado y las balconadas de la casa del "treintenario" cuyo muro está coronado por una crestería renacentista en armonía con el conjunto gótico.
El ábside principal lo conforman el alero y esbeltos contrafuertes decorados con finos pináculos y cinco ventanales ojivales. También son de destacar los cuatro rosetones de que disponen los muros altos del crucero que, a través de sus vidrieras, iluminan el interior del templo.
La autoría de la monumental portada-retablo es reconocida a los Colonia por el fondo de escamas de su parte superior, que se empezó en la primera década del siglo XVI y se acabó hacia el año 1516 a falta de la crestería superior. Comienza a trabajar primero Simón y a su muerte en 1507, continúa su hijo Francisco.
El retablo pétreo situado paralelo a la fachada y a unos dos metros de distancia, se inicia con unas ojivas cuyas arquivoltas alojan veintiocho imágenes de santos de los de mayor devoción de la época y de la tierra. La portada que asciende por encima del muro, logrando el nivel de las claves de la bóveda central, parte de abajo hacia arriba y las figuras que la sustentan son los cuatro padres de la iglesia de occidente, mientras que en el interior encontramos la Anunciación con el ángel a un lado y la Virgen al otro.
Esta joya del gótico isabelino está dedicada a la Virgen y puede contemplarse en el centro del tímpano al Rey David, como origen de la descendencia de María; a la izquierda el Nacimiento de Jesús y sobre sí una escena de la Anunciación a los pastores; a la derecha la Epifanía con tres ángeles que están coronando a la Virgen y sobre este relieve la escena de los Reyes Magos camino de Belén. En el parteluz está la Virgen lactante dando de mamar al niño y en los arcos de entrada aparecen cuatro santas en cada arco.
En la parte superior aparecen tres grandes relieves sobre la Pasión de Cristo: en el centro, dentro de un arco conopial, la escena del Calvario y a ambos lados dos medallones representando a Cristo con la cruz a cuestas y su Resurrección saliendo del sepulcro. Como remate de estos tres relieves, sobre el centro, una gran corona real.
Los patrocinadores fueron: el obispo Alonso Enríquez que puso su heráldica en las enjutas; el pueblo de Aranda, representado por el puente y los leones rampantes; los Reyes Católicos simbolizados por el yugo y las flechas y, finalmente, en la parte superior del rectángulo, resaltan los escudos reales de Juana I de Castilla y de su esposo Felipe I El Hermoso, sostenidos cada uno por dos leones y respaldados por un águila.
Las puertas principales de acceso se componen de relieves con escenas de la Pasión y figuras de los Apóstoles que complementan a la fachada. Son obra de Juan Beltrán y fueron sufragadas por el obispo Alonso Enríquez en la primera mitad del siglo XVI.
En el siglo XVI, las cubiertas de pizarra ya eran habituales en las torres de las cercanas provincias de Madrid y Segovia, para facilitar la localización de la iglesia en los compactos caseríos medievales. La torre de Santa María se cubrió con un chapitel de pizarra hacia el año 1675, obra del maestro Andrés de Anero y, más tarde, en 1776 el empizarrador Ventura Navas remató una nueva obra en el chapitel.
La última intervención en la iglesia data del año 1800 con la apertura de la puerta del oeste, denominada del Perdón, proyectada por el arquitecto de Osma José Burgos e inspirada en los accesos a la basílica de San Lorenzo de El Escorial.
Hoy podemos disfrutar, en todo su esplendor, del aspecto exterior que la iglesia de Santa María La Real presentaba en pleno siglo XVI y es razón, más que suficiente, para llenar de orgullo a todo el pueblo de Aranda de Duero.