ERMITA VIRGEN DE LA VEGA

LOS ORIGENES

La ermita de la Patrona de Roa y su Tierra, Nuestra Señora de la Vega, ya se documenta sobre su existencia en el siglo XV , si bien el origen del culto a la Virgen ha de ser anterior. Es probable que, en principio, fuese iglesia de un antiguo poblado al que pudo conocerse como Santa María de la Vega.
Tras el incendio declarado en 1658, que consumió y abrasó la mayor parte del viejo templo, se trasladó la imagen de la Virgen a la ermita de San Roque, donde permaneció los años siguientes, en tanto se decidiera el sitio para una nueva edificación.
La reconstrucción de la primitiva ermita y la consolidación de la devoción a la Virgen de la Vega en el siglo XV, se reflejó desde entonces en su concurrida romería, que siempre atrajo a toda la Tierra de Roa, cuyas parroquias y concejos acudían cantando letanías.

LA NUEVA ERMITA

El primero de mayo de 1666 se reunió el Concejo de la Villa con la mayor parte de la Cofradía, para tratar la solicitud de licencia a fin de construir una nueva ermita a Nuestra Señora de la Vega en la misma ubicación, cuya resolución se despachó el día 25 del mismo mes, de mano de Francisco Berdeces y Tamayo, vicario del obispado de el Burgo de Osma.
Siendo el maestro de obras Juan de la Cuesta, se inició su reedificación con la prestación personal y los legados de los devotos vecinos de Roa, aprovechando para ello las ruinas de las iglesias de Valera y de Aldeanueva, que ya estaban despoblados.
Las obras se desarrollaron con relativa rapidez, concluidas en lo esencial hacia 1673-1675, según se puede leer en el dintel de la puerta norte, que muestra en relieve el jarrón con nueve azucenas y sobre él la fecha de 1673.
Por otra parte, la Capellanía de la Virgen de la Vega fue fundada en su ermita por el canónigo Alonso de Burgos Cabeza en 1710, con la obligación de celebrar misas en la ermita los días festivos más otros concretos. Disponía de 23 fincas (casi 90 fanegas) y dos eras.

EL EXTERIOR

La fábrica de la ermita, realizada de sólida mampostería, tiene aires renacentistas en su fachada y con una superficie de unos 400 metros cuadrados, es capaz de contener mil quinientas personas.
Sobre su planta de cruz latina, la cabecera agrupa la capilla mayor y el camarín, flanqueado por dos espacios para permitir el paso de los romeros por el altar y besar o tocar la imagen de la Virgen.
Dos puertas (hoy tapiadas) situadas en los costados de la nave principal daban entrada desde las campas contiguas directamente al crucero, evitando así interferir en el eje principal del edificio, siempre dirigido al altar.
La casa del ermitaño y las dependencias propias de la cofradía, estuvieron adosadas al muro sur de la fábrica principal, junto con un soportal que se hizo por voluntad de una devota. Todo ello fue suprimido hacia 1975, quedando la ermita más airosa.
Por fuera, el escalonamiento de los tejados correspondientes a todos estos anexos es una espléndida síntesis de volúmenes que responden a espacios de diferente jerarquía en el interior, resultando una armoniosa pirámide fracturada de singular gracia por su proporción y limpieza.

EL INTERIOR

En el interior del templo la nave principal interfiere con el crucero para coronarse con cúpula semiesférica, mostrando pinturas al fresco con escenas de la vida de la Virgen y de los cuatro evangelistas en las pechinas.
Los muros del presbiterio tenían, hasta no hace tanto, pinturas a tono con las de la cúpula y el resto del templo estuvo blanqueado, hasta que se picaron sus paredes para dejar vista la piedra de sus muros.
En la capilla mayor se sitúa el camarín de la Virgen que consta de un arco al que se accede por la sacristía, que se halla detrás del muro del altar. Seis ángeles rodean la imagen alojada en hornacina calada que permite filtrar la luz del vano abierto en la sacristía.
Dos altares flanquean al camarín: uno al lado de la Epístola, dedicados a San Isidro y otro al Apóstol Santiago, al lado del Evangelio. Los altares son barrocos dorados, posiblemente, por José de la Serna, pintor de Roa.
Diversas obras, reformas y necesarias actuaciones se han sucedido en el último siglo, comenzando por las de 1913, en que se reparó la espadaña a costa de una donación de la Señorita Vaca, hasta el hermoso coro actual.